El instante feliz se acabó.

Resulta que no tengo depresión, que yo entendí mal toda la charla que tuve con la psicóloga. No tengo ninguna enfermedad, tengo algo peor: miedos. La psicóloga le dijo a mis papás hoy que si podían me mandaran a un psiquiatra a la Capital, obvio que no, que van a buscar uno que esté cerca y así es. Mi mamá es un amor conmigo, ahora más que nunca, aunque siempre lo fue. Mi papá es un "hola y chau" pero para serles sinceros es lo máximo que puedo esperar, así se pone cuando está muy preocupado por mí. Mis amigas en cambio, no sé. Dicen que exagero. Está. Sí, algunas veces exageré las cosas, pero mi forma de ser es así. Y no entienden que lo que hago va más allá de mis manos, que si bien la reacción que tuve frente a la enfermedad de mi hermano no fue la mejor (me distancié, quise estar sola) creo que eso también fue más allá de mí. No sé como explicarlo, es difícil.
¿Alguna vez leyeron Otelo de Shakespeare? En esa historia, Otelo es un guerrero joven y apuesto que se enamora de una princesa, Yago es un alter-ego de Otelo, que le dice constantemente que es engañado, que la princesa le miente y cosas así, al final este "Yago" logra enfermar la relación hasta la muerte.
Digamos que tengo un "Yago" interno. No sé de donde viene, no sé quien lo maneja, y no sé de donde lo conozco. Pero lo tengo, todos los días, todo el tiempo, sobre mis hombros. A veces me maneja a mí y a veces lo logro bajar y tirarlo al suelo. Me cuesta, a veces gana pero igual la lucho. Y ellas piensan que no, que exagero lo que siento, lo que pienso. Y hasta capaz que si leen esto también piensen que estoy exagerando.
Les digo que no es así. Se me escapa de la manos. Alguien más piensa las cosas que pasan por mi mente. 
Yo no era así.
Quiero volver a ser la de antes.